Siguiendo la tradición, los danzantes de Obejo volvieron a bailar delante del patrón del pueblo, San Benito, su ancestral danza de las espadas, conocida como "bachimachía". Aunque las previsiones apuntaban lluvia, el agua no hizo su aparición durante los actos centrales de la fiesta y fueron miles las personas que, atraídas no solo por los danzantes sino también por la peculiaridad de empapelar al santo con billetes como donativo, se acercaron el pasado domingo hasta la ermita. Muchos lo hicieron para cumplir una promesa, y algunos de ellos llegaron desde Valencia o Barcelona, sin contar los vecinos de pueblos cercanos que no quisieron perderse la romería. Y más que la romería, la danza, que aspira a convertirse en fiesta de interés turístico de Andalucía.

El hermano mayor de la hermandad de San Benito, José Becerra, mostraba su satisfacción por el éxito de la celebración. "El tiempo nos ha acompañado y la romería está muy animada", afirmaba al tiempo que invitaba a ir a Obejo a quienes aún no la conozcan, recordando que el próximo mes de julio tienen una nueva oportunidad de ver a los danzantes en la calle.

La romería, que tiene su origen en el siglo XIV, dio comienzo a primera hora de la mañana con una misa para los hermanos en la ermita del santo. En torno a las nueve, hermanos y danzantes se concentraron ante la parroquia del pueblo, donde se inició la bachimachía , mientras todos se dirigían al domicilio del hermano mayor, José Becerra. Desde allí continuaron el recorrido hasta la plaza.

Pasado el mediodía se celebró la misa principal, de nuevo en la ermita, a la que siguió la procesión de San Benito. Este, junto al baile de los danzantes, es uno de los momentos más esperados por singular, ya que los devotos van colocando billetes en el manto del santo en agradecimiento por haber visto cumplidas sus promesas. Los danzantes precedían al patrón durante el recorrido de la procesión con el ritmo, en allegro y andante, del acordeón, bandurria, guitarra, laúd y pandereta de los músicos. Como siempre, el broche final no fue otro que el "patatú", en el que los danzantes, más de una treintena, cruzaban sus espadas en torno al maestro simulando su degüello ante la expectación de los presentes.

Y para mantenerse fieles a la tradición, al finalizar la procesión la hermandad volvió a ofrecer a todos los presentes pestiños y vino de Montilla-Moriles. A partir de entonces, en familia o en grupos de amigos, los obejeños continuaron la fiesta en los bares y restaurantes, en casas particulares o en el campo, cada cual a su manera. La próxima cita será a mediados de julio, cuando se celebra la onomástica del santo.

San Benito